martes, 30 de noviembre de 2010
El estuco.
La utilización del estuco ha estado frecuentemente determinada por circunstancias ambientales, para encontrar los materiales necesarios para la pasta y climáticas que ha favorecido su producción y su conservación. El estuco se empleó ya en las antiguas Grecia y Roma como base para las pinturas al fresco, algunos de cuyos restos se conservan en Roma y Pompeya. El estuco modelado y coloreado también es característico de las culturas iraníes de los sasánidas e hindúes, con pequeñas variantes técnicas respecto al mundo clásico.
Los árabes, que heredaron la técnica helenística, lo utilizaron con frecuencia para sustituir al mármol en la decoración arquitectónica, tallándolo en forma de mocarabes, atauriques u otros motivos ornamentales como los que se pueden contemplar en la Alhambra.
Es una imagen de un estucado islamico.
martes, 9 de noviembre de 2010
Imperio bizantino.
Origen
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el Emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer Emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Flavio Honorio, su hijo menor, heredó Occidente, con capital en Roma, mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le correspondió Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano (del grupo hérulo) Odoacro, la historia del Imperio bizantino se prolongará durante aún casi un milenio.Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y dejaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía monofisista que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer la unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer Emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las invasiones bárbaras parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente, están demasiado ocupados consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por Bizancio.
La época de Justiniano
Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El Emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano, para lo que, una vez restaurada la seguridad de la frontera oriental tras la victoria del general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la batalla de Dara (530), emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un Ejército al mando de Belisario conquistó el reino vándalo, ubicado en la antigua provincia romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó nuevamente Italia, creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la Península Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el Emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el Digesto, dirigido por Triboniano, fue publicado en 533. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las carreras de cuádrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares usando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de esplendor imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al Imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII. La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del Emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario.[2] Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio el año 543 d.C. Se trataba de la Peste Justiniana. Se cree que provocada por el bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el Emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer Emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Flavio Honorio, su hijo menor, heredó Occidente, con capital en Roma, mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le correspondió Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano (del grupo hérulo) Odoacro, la historia del Imperio bizantino se prolongará durante aún casi un milenio.Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y dejaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía monofisista que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer la unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer Emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las invasiones bárbaras parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente, están demasiado ocupados consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por Bizancio.
La época de Justiniano
Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El Emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano, para lo que, una vez restaurada la seguridad de la frontera oriental tras la victoria del general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la batalla de Dara (530), emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un Ejército al mando de Belisario conquistó el reino vándalo, ubicado en la antigua provincia romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó nuevamente Italia, creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la Península Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el Emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el Digesto, dirigido por Triboniano, fue publicado en 533. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las carreras de cuádrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares usando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de esplendor imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al Imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII. La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del Emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario.[2] Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio el año 543 d.C. Se trataba de la Peste Justiniana. Se cree que provocada por el bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.
Justiniano.
Justiniano nació en una pequeña aldea llamada Tauresio (Taor) en Iliria (cerca de la actual Justiniana Prima, Leskovac, Serbia), en los Balcanes, probablemente el 11 de mayo de 482. Su madre Vigilantia era hermana del famoso general Justino que ascendió desde el ejército a la dignidad imperial. Su tío le adoptó y se aseguró de que recibiese una buena educación: Justiniano siguió así el currículo educativo habitual, centrándose en la jurisprudencia y la filosofía. Avanzó en su carrera militar con gran rapidez, y se abría ante él un gran futuro cuando, en 518, Justino se convirtió en Emperador. Justiniano fue nombrado cónsul en 521, y posteriormente general del Ejército de Oriente. Mucho antes de que Justino le hiciese co-Emperador el 26 de septiembre de 526[cita requerida], ya participaba en las actividades de gobierno. Los emperadores bizantinos intentaron, en general, recuperar el antiguo Imperio romano de Occidente, pero en el siglo VI uno de ellos consiguió los mayores logros; ese fue Justiniano.
4 meses después, Justiniano pasó a ser el único soberano tras la muerte de Justino. Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar a una nueva era en la historia del Imperio bizantino y de la Iglesia Ortodoxa. Fue un hombre con una capacidad de trabajo fuera de lo común, que tenía un carácter afable, moderado y alegre, pero que también podía ser despótico, artero y falto de escrúpulos cuando le convenía. Era un hombre que no salía de su despacho prácticamente, manejando desde allí el Imperio, y por sobre todos los aspectos personales sobresalía su falta de carisma, aspecto casi imprescindible en un soberano absolutista, más aún no despertaba simpatía alguna entre sus súbditos. Fue el último Emperador que intentó recuperar los territorios que poseyó el Imperio romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin, puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal actividad constructiva emulando la de los grandes emperadores romanos del pasado. Partiendo de la premisa de que la existencia de una comunidad política se fundaba en las armas y las leyes, prestó especial atención a la legislación y pasó a la posteridad por ser el inspirador del Corpus Iuris Civilis. La intención de este código era recopilar una serie de leyes de la jurisdicción romana y armonizarla todo lo posible con la cristiana a fin de crear un Imperio homogéneo. Su pensamiento circundo, durante toda su actividad como emperador, en la idea del poder imperial sustentado por la gracia divina, es decir que el Emperador era el representante de Dios sobre la Tierra.
En 523 se casó con Teodora, una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales, lo que llevaría, ya en el reinado de Justiniano, a una cierta atenuación de las diferencias sociales en la corte bizantina. Teodora llegaría a ser una persona muy influyente en la política del Imperio, y algunos emperadores posteriores seguirían el precedente de Justiniano casándose fuera de la clase aristocrática. Procopio de Cesarea es nuestra fuente principal para la historia del reinado de Justiniano, aunque también contribuye con muchos detalles de interés la crónica de Juan de Éfeso, que se conserva como fundamento de muchas otras crónicas posteriores. Ambos historiadores hicieron comentarios a veces muy negativos sobre Justiniano y Teodora; Procopio, además de su historia, escribió otra Historia Secreta que recoge varios escándalos de la corte. Las Historias de Agatías reseñan los sucesos acaecidos desde el año 552 hasta 558 o 559.
La segunda mitad de su reinado se vio ensombrecida por la epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542. Teodora murió en 548 y Justiniano la sobrevivió casi 20 años, para morir el 14 de noviembre de 565.
4 meses después, Justiniano pasó a ser el único soberano tras la muerte de Justino. Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar a una nueva era en la historia del Imperio bizantino y de la Iglesia Ortodoxa. Fue un hombre con una capacidad de trabajo fuera de lo común, que tenía un carácter afable, moderado y alegre, pero que también podía ser despótico, artero y falto de escrúpulos cuando le convenía. Era un hombre que no salía de su despacho prácticamente, manejando desde allí el Imperio, y por sobre todos los aspectos personales sobresalía su falta de carisma, aspecto casi imprescindible en un soberano absolutista, más aún no despertaba simpatía alguna entre sus súbditos. Fue el último Emperador que intentó recuperar los territorios que poseyó el Imperio romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin, puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal actividad constructiva emulando la de los grandes emperadores romanos del pasado. Partiendo de la premisa de que la existencia de una comunidad política se fundaba en las armas y las leyes, prestó especial atención a la legislación y pasó a la posteridad por ser el inspirador del Corpus Iuris Civilis. La intención de este código era recopilar una serie de leyes de la jurisdicción romana y armonizarla todo lo posible con la cristiana a fin de crear un Imperio homogéneo. Su pensamiento circundo, durante toda su actividad como emperador, en la idea del poder imperial sustentado por la gracia divina, es decir que el Emperador era el representante de Dios sobre la Tierra.
En 523 se casó con Teodora, una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales, lo que llevaría, ya en el reinado de Justiniano, a una cierta atenuación de las diferencias sociales en la corte bizantina. Teodora llegaría a ser una persona muy influyente en la política del Imperio, y algunos emperadores posteriores seguirían el precedente de Justiniano casándose fuera de la clase aristocrática. Procopio de Cesarea es nuestra fuente principal para la historia del reinado de Justiniano, aunque también contribuye con muchos detalles de interés la crónica de Juan de Éfeso, que se conserva como fundamento de muchas otras crónicas posteriores. Ambos historiadores hicieron comentarios a veces muy negativos sobre Justiniano y Teodora; Procopio, además de su historia, escribió otra Historia Secreta que recoge varios escándalos de la corte. Las Historias de Agatías reseñan los sucesos acaecidos desde el año 552 hasta 558 o 559.
La segunda mitad de su reinado se vio ensombrecida por la epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542. Teodora murió en 548 y Justiniano la sobrevivió casi 20 años, para morir el 14 de noviembre de 565.
Teodora.
Teodora (501-548), emperatriz bizantina esposa de Justiniano I. Gozó de gran popularidad y poder.
Hija de una familia circense, contrajo matrimonio con Justiniano I y se convirtió en emperatriz en el periodo de máximo esplendor del Imperio bizantino. Sin embargo, su doble condición de actriz circense y de meretriz, impidió en un primer momento el matrimonio con Justiniano hasta que dictó una ley permitiendo el matrimonio entre clases sociales diferentes.
Su valentía y sangre fría fueron un apoyo indispensable para Justiniano I y se dice que ella misma dirigía al general Belisario en las batallas difíciles y que contaba con un gran poder político. Se dice que fue ella, y no un titubeante Justiniano, la que aplastó la rebelión de Niká con gran derramamiento de sangre.
Gran legisladora, se encargó de dictar diversas leyes de corte feminista que protegieron ampliamente los derechos de la mujer.
Hija de una familia circense, contrajo matrimonio con Justiniano I y se convirtió en emperatriz en el periodo de máximo esplendor del Imperio bizantino. Sin embargo, su doble condición de actriz circense y de meretriz, impidió en un primer momento el matrimonio con Justiniano hasta que dictó una ley permitiendo el matrimonio entre clases sociales diferentes.
Su valentía y sangre fría fueron un apoyo indispensable para Justiniano I y se dice que ella misma dirigía al general Belisario en las batallas difíciles y que contaba con un gran poder político. Se dice que fue ella, y no un titubeante Justiniano, la que aplastó la rebelión de Niká con gran derramamiento de sangre.
Gran legisladora, se encargó de dictar diversas leyes de corte feminista que protegieron ampliamente los derechos de la mujer.
- De ella salió la primera ley del aborto que se conoce.
- Mejoró la ley del matrimonio que daba máxima libertad incluso para cometer bigamia.
- Protegió del castigo al adúltero o la adúltera.
- Permitió el matrimonio libre entre clases sociales, razas o religiones.
- Permitió que la mujer se pudiera divorciar libremente.
- Prohibió la prostitución forzosa.
- Instauró la pena de muerte por violación.
- Reglamentó los burdeles para evitar abusos debiendo estar regentados por las propias mujeres.
Santa Sofia =)
es la antigua catedral cristiana de Constantinopla (actualmente Estambul, en Turquía) , convertida en mezquita en 1453 y en museo en 1935.
Dedicada a la segunda persona de la Trinidad, es una de las obras más sublimes del arte bizantino. Fue construida del 532 al 537, durante el mandato de Justiniano I en Constantinopla, capital del Imperio bizantino (hoy Estambul, en Turquía).
Sus arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, cubrieron el edificio, de planta casi cuadrada, con una cúpula central sobre pechinas. Ésta reposa sobre cuatro arcos, sostenidos a su vez por cuatro columnas. Dos semicúpulas hacen de contrafuerte de la cúpula central y los muros abiertos están asegurados por contrafuertes. Posee además unos bellos mosaicos bizantinos. La construcción definitiva se llevó a cabo sobre la primitiva basílica de Constantino entre el 532 y el 537, durante el reinado de Justiniano, en el periodo conocido como "Primera Edad de Oro". Sus arquitectos realizaron un diseño sin antecedentes, tomando elementos conocidos (planta basilical y rotonda), pero que se unen en una estructura nueva.
Fue utilizada como iglesia cristiana durante casi mil años, desde su construcción hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453. Allí se refugiaron los aterrorizados habitantes en el ataque a la ciudad. Los otomanos la conviertieron en mezquita, agregando posteriormente los cuatro minaretes que hoy presenta, así como los medallones decorativos interiores. En 1935 fue convertida en museo, función que desempeña hasta el día de hoy. No obstante, se evalúa el retorno a función de iglesia cristiana-
En palabras de Agatías, los diseñadores (Artemio de Tralles era matemático, Isidoro de Mileto arquitecto) trataron de «aplicar la geometría a la materia sólida». Justiniano, según su cronista oficial Procopio de Cesarea, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he vencido».
Su arquitectura es eminentemente espacial, aunque el efecto exterior ha sido significativamente modificado por los otomanos, que lo enriquecieron con minaretes, espolones y grandes contrafuertes. La idea del edificio fue el que la gran cúpula que se iba a construir se sostuviera merced a cuatro arcos reforzados, mediante contrafuertes y semicúpulas que desviaran los empujes. .Los tímpanos de los cincos arcos principales reflejan cómo se llevó el cuerpo de San Marcos a la basílica.
La planta es un rectángulo de 77 x 71 metros. La cúpula con forma de media naranja, de 56,6 metros de altura y 31,87 de diámetro, se apoya sin tambor en cuatro pechinas y está rodeada por cuarenta pequeños contrafuertes separados por otras tantas ventanas, dando la sensación según Procopio de estar «suspendida del cielo por una cadena de oro». Por fuera, la masa de la gran iglesia se eleva no sin cierta armonía, pero sin demasiada gracia. La cúpula imponía una centralización bastante ajena a las basílicas del pasado, pero gracias a las pechinas y la traslación de los esfuerzos a las naves laterales, así como un refinado uso de la luz, «no parece descansar en base sólida». Se encuentra frente a la Mezquita Azul.
Dedicada a la segunda persona de la Trinidad, es una de las obras más sublimes del arte bizantino. Fue construida del 532 al 537, durante el mandato de Justiniano I en Constantinopla, capital del Imperio bizantino (hoy Estambul, en Turquía).
Sus arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, cubrieron el edificio, de planta casi cuadrada, con una cúpula central sobre pechinas. Ésta reposa sobre cuatro arcos, sostenidos a su vez por cuatro columnas. Dos semicúpulas hacen de contrafuerte de la cúpula central y los muros abiertos están asegurados por contrafuertes. Posee además unos bellos mosaicos bizantinos. La construcción definitiva se llevó a cabo sobre la primitiva basílica de Constantino entre el 532 y el 537, durante el reinado de Justiniano, en el periodo conocido como "Primera Edad de Oro". Sus arquitectos realizaron un diseño sin antecedentes, tomando elementos conocidos (planta basilical y rotonda), pero que se unen en una estructura nueva.
Fue utilizada como iglesia cristiana durante casi mil años, desde su construcción hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453. Allí se refugiaron los aterrorizados habitantes en el ataque a la ciudad. Los otomanos la conviertieron en mezquita, agregando posteriormente los cuatro minaretes que hoy presenta, así como los medallones decorativos interiores. En 1935 fue convertida en museo, función que desempeña hasta el día de hoy. No obstante, se evalúa el retorno a función de iglesia cristiana-
En palabras de Agatías, los diseñadores (Artemio de Tralles era matemático, Isidoro de Mileto arquitecto) trataron de «aplicar la geometría a la materia sólida». Justiniano, según su cronista oficial Procopio de Cesarea, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he vencido».
Su arquitectura es eminentemente espacial, aunque el efecto exterior ha sido significativamente modificado por los otomanos, que lo enriquecieron con minaretes, espolones y grandes contrafuertes. La idea del edificio fue el que la gran cúpula que se iba a construir se sostuviera merced a cuatro arcos reforzados, mediante contrafuertes y semicúpulas que desviaran los empujes. .Los tímpanos de los cincos arcos principales reflejan cómo se llevó el cuerpo de San Marcos a la basílica.
La planta es un rectángulo de 77 x 71 metros. La cúpula con forma de media naranja, de 56,6 metros de altura y 31,87 de diámetro, se apoya sin tambor en cuatro pechinas y está rodeada por cuarenta pequeños contrafuertes separados por otras tantas ventanas, dando la sensación según Procopio de estar «suspendida del cielo por una cadena de oro». Por fuera, la masa de la gran iglesia se eleva no sin cierta armonía, pero sin demasiada gracia. La cúpula imponía una centralización bastante ajena a las basílicas del pasado, pero gracias a las pechinas y la traslación de los esfuerzos a las naves laterales, así como un refinado uso de la luz, «no parece descansar en base sólida». Se encuentra frente a la Mezquita Azul.
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