Hubo una vez un hombre que era un enemigo del Islam. El tenía tres famosas preguntas que hasta entonces nadie había contestado. Ningún sabio de Bagdad podía contestar sus tres preguntas... lo que le permitía mofarse del Islam abiertamente. Constantemente ridiculizaba al Islam y a los musulmanes.
Un día, un niño pequeño, de unos diez años, se acercó y escuchó a este hombre gritando y vociferando contra los musulmanes en la calle. Estaba retando a la gente para ver si alguien podía contestar a las tres preguntas. El niño se paró y escuchó atentamente, entonces decidió que el aceptaría el reto. Se acercó hacia el hombre y le dijo: "Yo acepto tu reto".
El hombre se rió del niño y volvió a mofarse de los Musulmanes diciendo: "Un niño de 10 años es él unico que se enfrenta a mí. ¿Es todo lo que vuestra gente tiene que ofrecer????"
El niño, con paciencia, reiteró sus palabras. El aceptaría el reto del hombre, y con la ayuda y guía de Allah, saldría triunfante. El hombre finalmente aceptó (suponemos que muerto de risa).
Todos los habitantes de la ciudad se arremolinaron alrededor de una pequeña colina, no muy alta, donde tenían lugar los debates públicos. El hombre se colocó en lo alto y en voz alta expuso su primera pregunta:
"¿Que está haciendo vuestro Dios ahora mismo?"
El niño pensó y meditó durante un ratito, y luego le dijo al hombre que descendiese de lo alto, para que el pudiera subir a contestar la pregunta.
El hombre dijo, "¿Qué? ¿Quieres que yo baje?"
El niño contestó, "Sí, necesito contestarte, ¿no es cierto?".
El hombre bajó, y el pequeño, con sus diminutos pies, subió a la
colina. La réplica del niño fue la siguiente:
"Ya Allah, el Todopoderoso. Sé mi testigo enfrente de toda esta gente. Tu voluntad ha sido que un Kafir descendiera a un nivel bajo y elevar sobre él a un Musulmán".
La multitud que les rodeaba rugió "Allah-hu-akbar!!!"
El hombre estaba humillado, pero lleno de rencor hizo su segunda pregunta: "¿Qué existió antes que vuestro Dios?"
El niño pensó, y pensó. Luego le pidió al hombre que contará hacia atrás; "Cuenta atrás desde 10"
El hombre contó... "10, 9 ,8 , 7 , 6, 5, 4, 3, 2, 1,0" Y se detuvo.
El niño le preguntó: Que viene antes del cero?
Y el hombre le contestó: "No sé... Nada"
El niño dijo: "Exactamente. Nada había antes de Allah, porque Allah es Eterno y Absoluto.
La multitud gritó de nuevo: "Allah-hu-akbar!!!!"
El hombre, ahora completamente frustrado, hizo su última pregunta. "Hacia qué dirección está vuestro Allah" (ya no dijo Dios, dijo Allah).
El niño pensó, y pensó y pensó....
Por fin, pidió una vela, y se la trajeron rápidamente. El bendito niño, se la pasó al hombre y le dijo que la encendiera.
El hombre lo hizo, y preguntó: "¿Y qué se supone que prueba esto?".
El niño contestó a su vez con otra pregunta. "¿En qué dirección va la luz de la vela?
El hombre respondió: "Va en todas direcciones"
Y el niño dijo: "Tú mismo has respondido a tu pregunta. La luz (nur) de Allah va en todas las direcciones. Está en todos lugares, es ubicuo. No hay ningún lugar donde no se le pueda encontrar".
Por tercera vez la multitud gritó unánimemente: "Allah-hu-akbar!!!"
El hombre estaba tan impresionado y conmovido por los conocimientos del niño, y su espiritualidad, que abrazó el Islam, y llegó a ser un estudiante del jovencito.
Así termino el debate.
martes, 14 de diciembre de 2010
martes, 30 de noviembre de 2010
El estuco.
La utilización del estuco ha estado frecuentemente determinada por circunstancias ambientales, para encontrar los materiales necesarios para la pasta y climáticas que ha favorecido su producción y su conservación. El estuco se empleó ya en las antiguas Grecia y Roma como base para las pinturas al fresco, algunos de cuyos restos se conservan en Roma y Pompeya. El estuco modelado y coloreado también es característico de las culturas iraníes de los sasánidas e hindúes, con pequeñas variantes técnicas respecto al mundo clásico.
Los árabes, que heredaron la técnica helenística, lo utilizaron con frecuencia para sustituir al mármol en la decoración arquitectónica, tallándolo en forma de mocarabes, atauriques u otros motivos ornamentales como los que se pueden contemplar en la Alhambra.
Es una imagen de un estucado islamico.
martes, 9 de noviembre de 2010
Imperio bizantino.
Origen
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el Emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer Emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Flavio Honorio, su hijo menor, heredó Occidente, con capital en Roma, mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le correspondió Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano (del grupo hérulo) Odoacro, la historia del Imperio bizantino se prolongará durante aún casi un milenio.Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y dejaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía monofisista que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer la unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer Emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las invasiones bárbaras parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente, están demasiado ocupados consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por Bizancio.
La época de Justiniano
Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El Emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano, para lo que, una vez restaurada la seguridad de la frontera oriental tras la victoria del general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la batalla de Dara (530), emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un Ejército al mando de Belisario conquistó el reino vándalo, ubicado en la antigua provincia romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó nuevamente Italia, creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la Península Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el Emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el Digesto, dirigido por Triboniano, fue publicado en 533. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las carreras de cuádrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares usando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de esplendor imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al Imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII. La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del Emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario.[2] Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio el año 543 d.C. Se trataba de la Peste Justiniana. Se cree que provocada por el bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.
Para asegurar el control del Imperio romano y hacer más eficiente su administración, el Emperador Diocleciano, a finales del siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, consistente en la división del Imperio en dos partes, gobernadas por dos emperadores augustos, cada uno de los cuales llevaba asociado un «vice-emperador» y futuro heredero césar. Tras la abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta el año 324, cuando Constantino I el Grande unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó «Nueva Roma», pero se la conoció popularmente como Constantinopla ('La Ciudad de Constantino'). La nueva administración tuvo su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer Emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio I, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Flavio Honorio, su hijo menor, heredó Occidente, con capital en Roma, mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le correspondió Oriente, con capital en Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia del Imperio bizantino. Mientras que la historia del Imperio romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto el joven Rómulo Augústulo por el germano (del grupo hérulo) Odoacro, la historia del Imperio bizantino se prolongará durante aún casi un milenio.Historia temprana
En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de Teodosio fueron capaces de conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta 1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que se disgregaron y dejaron de representar un peligro tras la muerte de Atila, en 453. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del rey ostrogodo Teodorico el Grande, dirigiéndolo hacia Italia, contra el reino establecido por Odoacro.
La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía monofisista que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el Concilio de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores fracasaron en sus intentos de restablecer la unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha asociación entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer Emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.
A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las invasiones bárbaras parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente, están demasiado ocupados consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por Bizancio.
La época de Justiniano
Durante el reinado de Justiniano I (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El Emperador se propuso restaurar las fronteras del antiguo Imperio romano, para lo que, una vez restaurada la seguridad de la frontera oriental tras la victoria del general Belisario frente al expansionismo persa de Cosroes I en la batalla de Dara (530), emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:
Entre 533 y 534, tras sendas victorias en Ad Decimum y Tricamarum, un Ejército al mando de Belisario conquistó el reino vándalo, ubicado en la antigua provincia romana de África y las islas del Mediterráneo Occidental (Cerdeña, Córcega y las Baleares). El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un funcionario denominado magister militum. En 535 Mundus ocupó Dalmacia. Ese mismo año Belisario avanzó hacia Italia, llegando en 536 hasta Roma tras ocupar el sur de Italia. Tras una breve recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó nuevamente Italia, creándose el exarcado de Rávena. En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos territorios del sur de la Península Ibérica, llamándola Provincia de Spania. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.
La época de Justiniano no sólo destaca por sus éxitos militares. Bajo su reinado, Bizancio vivió una época de esplendor cultural, a pesar de la clausura de la Academia de Atenas, destacando, entre otras muchas, las figuras de los poetas Nono de Panópolis y Pablo Silenciario, el historiador Procopio, y el filósofo Juan Filopón. Entre 528 y 533, una comisión nombrada por el Emperador codificó el Derecho romano en el Corpus Iuris Civilis, permitiendo así la transmisión a la posteridad de uno de los más importantes legados del mundo antiguo. Otra recopilación legislativa: el Digesto, dirigido por Triboniano, fue publicado en 533. El esplendor de la época de Justiniano encuentra su mejor ejemplo en una de las obras arquitectónicas más célebres de la historia del Arte, la iglesia de Santa Sofía, construida durante su reinado por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
Dentro de la capital se quebrantó el poder de los partidos del circo, donde las carreras de cuádrigas habían devenido en una diversión popular que levantaba pasiones. De hecho, eran usadas políticamente, expresando el color de cada equipo divergencias religiosas (un precoz ejemplo de movilizaciones populares usando colores políticos). La Iglesia reconoció al señor de Constantinopla como rey-sacerdote y restauró la relación con Roma. Surgió una nueva Iglesia de la Divina Sabiduría como signo y símbolo de un esplendor magnífico y majestuoso.
Las campañas de Justiniano en Occidente y el coste de estos actos de esplendor imperial dejaron exhausta la hacienda imperial y precipitaron al Imperio en una situación de crisis, que llegaría a su punto culminante a comienzos del siglo VII. La necesidad de más financiación permitió que su odiado ministro de hacienda, Juan de Capadocia, impusiera mayores y nuevos impuestos a los ciudadanos de Bizancio. La revuelta Niká (534) estuvo a punto de provocar la huida del Emperador, que evitó la emperatriz Teodora con su famosa frase la púrpura es un glorioso sudario.[2] Así mismo, un desastre se cernió sobre el Imperio el año 543 d.C. Se trataba de la Peste Justiniana. Se cree que provocada por el bacilo Yersinia pestis. Sin duda fue un elemento clave que contribuyó a agudizar la grave crisis económica que ya sufría el Imperio. Se estima que un tercio de la población de Constantinopla pereció por su causa.
Justiniano.
Justiniano nació en una pequeña aldea llamada Tauresio (Taor) en Iliria (cerca de la actual Justiniana Prima, Leskovac, Serbia), en los Balcanes, probablemente el 11 de mayo de 482. Su madre Vigilantia era hermana del famoso general Justino que ascendió desde el ejército a la dignidad imperial. Su tío le adoptó y se aseguró de que recibiese una buena educación: Justiniano siguió así el currículo educativo habitual, centrándose en la jurisprudencia y la filosofía. Avanzó en su carrera militar con gran rapidez, y se abría ante él un gran futuro cuando, en 518, Justino se convirtió en Emperador. Justiniano fue nombrado cónsul en 521, y posteriormente general del Ejército de Oriente. Mucho antes de que Justino le hiciese co-Emperador el 26 de septiembre de 526[cita requerida], ya participaba en las actividades de gobierno. Los emperadores bizantinos intentaron, en general, recuperar el antiguo Imperio romano de Occidente, pero en el siglo VI uno de ellos consiguió los mayores logros; ese fue Justiniano.
4 meses después, Justiniano pasó a ser el único soberano tras la muerte de Justino. Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar a una nueva era en la historia del Imperio bizantino y de la Iglesia Ortodoxa. Fue un hombre con una capacidad de trabajo fuera de lo común, que tenía un carácter afable, moderado y alegre, pero que también podía ser despótico, artero y falto de escrúpulos cuando le convenía. Era un hombre que no salía de su despacho prácticamente, manejando desde allí el Imperio, y por sobre todos los aspectos personales sobresalía su falta de carisma, aspecto casi imprescindible en un soberano absolutista, más aún no despertaba simpatía alguna entre sus súbditos. Fue el último Emperador que intentó recuperar los territorios que poseyó el Imperio romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin, puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal actividad constructiva emulando la de los grandes emperadores romanos del pasado. Partiendo de la premisa de que la existencia de una comunidad política se fundaba en las armas y las leyes, prestó especial atención a la legislación y pasó a la posteridad por ser el inspirador del Corpus Iuris Civilis. La intención de este código era recopilar una serie de leyes de la jurisdicción romana y armonizarla todo lo posible con la cristiana a fin de crear un Imperio homogéneo. Su pensamiento circundo, durante toda su actividad como emperador, en la idea del poder imperial sustentado por la gracia divina, es decir que el Emperador era el representante de Dios sobre la Tierra.
En 523 se casó con Teodora, una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales, lo que llevaría, ya en el reinado de Justiniano, a una cierta atenuación de las diferencias sociales en la corte bizantina. Teodora llegaría a ser una persona muy influyente en la política del Imperio, y algunos emperadores posteriores seguirían el precedente de Justiniano casándose fuera de la clase aristocrática. Procopio de Cesarea es nuestra fuente principal para la historia del reinado de Justiniano, aunque también contribuye con muchos detalles de interés la crónica de Juan de Éfeso, que se conserva como fundamento de muchas otras crónicas posteriores. Ambos historiadores hicieron comentarios a veces muy negativos sobre Justiniano y Teodora; Procopio, además de su historia, escribió otra Historia Secreta que recoge varios escándalos de la corte. Las Historias de Agatías reseñan los sucesos acaecidos desde el año 552 hasta 558 o 559.
La segunda mitad de su reinado se vio ensombrecida por la epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542. Teodora murió en 548 y Justiniano la sobrevivió casi 20 años, para morir el 14 de noviembre de 565.
4 meses después, Justiniano pasó a ser el único soberano tras la muerte de Justino. Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar a una nueva era en la historia del Imperio bizantino y de la Iglesia Ortodoxa. Fue un hombre con una capacidad de trabajo fuera de lo común, que tenía un carácter afable, moderado y alegre, pero que también podía ser despótico, artero y falto de escrúpulos cuando le convenía. Era un hombre que no salía de su despacho prácticamente, manejando desde allí el Imperio, y por sobre todos los aspectos personales sobresalía su falta de carisma, aspecto casi imprescindible en un soberano absolutista, más aún no despertaba simpatía alguna entre sus súbditos. Fue el último Emperador que intentó recuperar los territorios que poseyó el Imperio romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin, puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal actividad constructiva emulando la de los grandes emperadores romanos del pasado. Partiendo de la premisa de que la existencia de una comunidad política se fundaba en las armas y las leyes, prestó especial atención a la legislación y pasó a la posteridad por ser el inspirador del Corpus Iuris Civilis. La intención de este código era recopilar una serie de leyes de la jurisdicción romana y armonizarla todo lo posible con la cristiana a fin de crear un Imperio homogéneo. Su pensamiento circundo, durante toda su actividad como emperador, en la idea del poder imperial sustentado por la gracia divina, es decir que el Emperador era el representante de Dios sobre la Tierra.
En 523 se casó con Teodora, una ex-actriz; hasta entonces, las actrices resultaban socialmente próximas a las prostitutas, y en el pasado, a Justiniano le habría resultado imposible casarse con ella, pero Justino había aprobado una ley que permitía los matrimonios entre distintas clases sociales, lo que llevaría, ya en el reinado de Justiniano, a una cierta atenuación de las diferencias sociales en la corte bizantina. Teodora llegaría a ser una persona muy influyente en la política del Imperio, y algunos emperadores posteriores seguirían el precedente de Justiniano casándose fuera de la clase aristocrática. Procopio de Cesarea es nuestra fuente principal para la historia del reinado de Justiniano, aunque también contribuye con muchos detalles de interés la crónica de Juan de Éfeso, que se conserva como fundamento de muchas otras crónicas posteriores. Ambos historiadores hicieron comentarios a veces muy negativos sobre Justiniano y Teodora; Procopio, además de su historia, escribió otra Historia Secreta que recoge varios escándalos de la corte. Las Historias de Agatías reseñan los sucesos acaecidos desde el año 552 hasta 558 o 559.
La segunda mitad de su reinado se vio ensombrecida por la epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542. Teodora murió en 548 y Justiniano la sobrevivió casi 20 años, para morir el 14 de noviembre de 565.
Teodora.
Teodora (501-548), emperatriz bizantina esposa de Justiniano I. Gozó de gran popularidad y poder.
Hija de una familia circense, contrajo matrimonio con Justiniano I y se convirtió en emperatriz en el periodo de máximo esplendor del Imperio bizantino. Sin embargo, su doble condición de actriz circense y de meretriz, impidió en un primer momento el matrimonio con Justiniano hasta que dictó una ley permitiendo el matrimonio entre clases sociales diferentes.
Su valentía y sangre fría fueron un apoyo indispensable para Justiniano I y se dice que ella misma dirigía al general Belisario en las batallas difíciles y que contaba con un gran poder político. Se dice que fue ella, y no un titubeante Justiniano, la que aplastó la rebelión de Niká con gran derramamiento de sangre.
Gran legisladora, se encargó de dictar diversas leyes de corte feminista que protegieron ampliamente los derechos de la mujer.
Hija de una familia circense, contrajo matrimonio con Justiniano I y se convirtió en emperatriz en el periodo de máximo esplendor del Imperio bizantino. Sin embargo, su doble condición de actriz circense y de meretriz, impidió en un primer momento el matrimonio con Justiniano hasta que dictó una ley permitiendo el matrimonio entre clases sociales diferentes.
Su valentía y sangre fría fueron un apoyo indispensable para Justiniano I y se dice que ella misma dirigía al general Belisario en las batallas difíciles y que contaba con un gran poder político. Se dice que fue ella, y no un titubeante Justiniano, la que aplastó la rebelión de Niká con gran derramamiento de sangre.
Gran legisladora, se encargó de dictar diversas leyes de corte feminista que protegieron ampliamente los derechos de la mujer.
- De ella salió la primera ley del aborto que se conoce.
- Mejoró la ley del matrimonio que daba máxima libertad incluso para cometer bigamia.
- Protegió del castigo al adúltero o la adúltera.
- Permitió el matrimonio libre entre clases sociales, razas o religiones.
- Permitió que la mujer se pudiera divorciar libremente.
- Prohibió la prostitución forzosa.
- Instauró la pena de muerte por violación.
- Reglamentó los burdeles para evitar abusos debiendo estar regentados por las propias mujeres.
Santa Sofia =)
es la antigua catedral cristiana de Constantinopla (actualmente Estambul, en Turquía) , convertida en mezquita en 1453 y en museo en 1935.
Dedicada a la segunda persona de la Trinidad, es una de las obras más sublimes del arte bizantino. Fue construida del 532 al 537, durante el mandato de Justiniano I en Constantinopla, capital del Imperio bizantino (hoy Estambul, en Turquía).
Sus arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, cubrieron el edificio, de planta casi cuadrada, con una cúpula central sobre pechinas. Ésta reposa sobre cuatro arcos, sostenidos a su vez por cuatro columnas. Dos semicúpulas hacen de contrafuerte de la cúpula central y los muros abiertos están asegurados por contrafuertes. Posee además unos bellos mosaicos bizantinos. La construcción definitiva se llevó a cabo sobre la primitiva basílica de Constantino entre el 532 y el 537, durante el reinado de Justiniano, en el periodo conocido como "Primera Edad de Oro". Sus arquitectos realizaron un diseño sin antecedentes, tomando elementos conocidos (planta basilical y rotonda), pero que se unen en una estructura nueva.
Fue utilizada como iglesia cristiana durante casi mil años, desde su construcción hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453. Allí se refugiaron los aterrorizados habitantes en el ataque a la ciudad. Los otomanos la conviertieron en mezquita, agregando posteriormente los cuatro minaretes que hoy presenta, así como los medallones decorativos interiores. En 1935 fue convertida en museo, función que desempeña hasta el día de hoy. No obstante, se evalúa el retorno a función de iglesia cristiana-
En palabras de Agatías, los diseñadores (Artemio de Tralles era matemático, Isidoro de Mileto arquitecto) trataron de «aplicar la geometría a la materia sólida». Justiniano, según su cronista oficial Procopio de Cesarea, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he vencido».
Su arquitectura es eminentemente espacial, aunque el efecto exterior ha sido significativamente modificado por los otomanos, que lo enriquecieron con minaretes, espolones y grandes contrafuertes. La idea del edificio fue el que la gran cúpula que se iba a construir se sostuviera merced a cuatro arcos reforzados, mediante contrafuertes y semicúpulas que desviaran los empujes. .Los tímpanos de los cincos arcos principales reflejan cómo se llevó el cuerpo de San Marcos a la basílica.
La planta es un rectángulo de 77 x 71 metros. La cúpula con forma de media naranja, de 56,6 metros de altura y 31,87 de diámetro, se apoya sin tambor en cuatro pechinas y está rodeada por cuarenta pequeños contrafuertes separados por otras tantas ventanas, dando la sensación según Procopio de estar «suspendida del cielo por una cadena de oro». Por fuera, la masa de la gran iglesia se eleva no sin cierta armonía, pero sin demasiada gracia. La cúpula imponía una centralización bastante ajena a las basílicas del pasado, pero gracias a las pechinas y la traslación de los esfuerzos a las naves laterales, así como un refinado uso de la luz, «no parece descansar en base sólida». Se encuentra frente a la Mezquita Azul.
Dedicada a la segunda persona de la Trinidad, es una de las obras más sublimes del arte bizantino. Fue construida del 532 al 537, durante el mandato de Justiniano I en Constantinopla, capital del Imperio bizantino (hoy Estambul, en Turquía).
Sus arquitectos, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, cubrieron el edificio, de planta casi cuadrada, con una cúpula central sobre pechinas. Ésta reposa sobre cuatro arcos, sostenidos a su vez por cuatro columnas. Dos semicúpulas hacen de contrafuerte de la cúpula central y los muros abiertos están asegurados por contrafuertes. Posee además unos bellos mosaicos bizantinos. La construcción definitiva se llevó a cabo sobre la primitiva basílica de Constantino entre el 532 y el 537, durante el reinado de Justiniano, en el periodo conocido como "Primera Edad de Oro". Sus arquitectos realizaron un diseño sin antecedentes, tomando elementos conocidos (planta basilical y rotonda), pero que se unen en una estructura nueva.
Fue utilizada como iglesia cristiana durante casi mil años, desde su construcción hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453. Allí se refugiaron los aterrorizados habitantes en el ataque a la ciudad. Los otomanos la conviertieron en mezquita, agregando posteriormente los cuatro minaretes que hoy presenta, así como los medallones decorativos interiores. En 1935 fue convertida en museo, función que desempeña hasta el día de hoy. No obstante, se evalúa el retorno a función de iglesia cristiana-
En palabras de Agatías, los diseñadores (Artemio de Tralles era matemático, Isidoro de Mileto arquitecto) trataron de «aplicar la geometría a la materia sólida». Justiniano, según su cronista oficial Procopio de Cesarea, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he vencido».
Su arquitectura es eminentemente espacial, aunque el efecto exterior ha sido significativamente modificado por los otomanos, que lo enriquecieron con minaretes, espolones y grandes contrafuertes. La idea del edificio fue el que la gran cúpula que se iba a construir se sostuviera merced a cuatro arcos reforzados, mediante contrafuertes y semicúpulas que desviaran los empujes. .Los tímpanos de los cincos arcos principales reflejan cómo se llevó el cuerpo de San Marcos a la basílica.
La planta es un rectángulo de 77 x 71 metros. La cúpula con forma de media naranja, de 56,6 metros de altura y 31,87 de diámetro, se apoya sin tambor en cuatro pechinas y está rodeada por cuarenta pequeños contrafuertes separados por otras tantas ventanas, dando la sensación según Procopio de estar «suspendida del cielo por una cadena de oro». Por fuera, la masa de la gran iglesia se eleva no sin cierta armonía, pero sin demasiada gracia. La cúpula imponía una centralización bastante ajena a las basílicas del pasado, pero gracias a las pechinas y la traslación de los esfuerzos a las naves laterales, así como un refinado uso de la luz, «no parece descansar en base sólida». Se encuentra frente a la Mezquita Azul.
martes, 26 de octubre de 2010
El arrianismo.
Los godos, aprovechando la pasividad de los emperadores romanos con respecto a Germania, se establecieron allí, hasta que a principios del siglo III se instalaron a orillas del mar Negro, en la zona de Crimea, de donde fueron expulsados por los hunos en 376. Para entonces los godos se habían desgajado en dos grupos: visigodos y ostrogodos.
El pueblo de los godos fue nombrado ya por Tácito, que los llamó gotones. Entonces habitaban el norte de Germania, en tierras que antes poblaron boyos, getas y escitas. Ampliaron sus territorios e incorporaron a otros grupos vecinos (de origen germano y sármata) y dominaron del Theiß (en alemán) o Tisza al Don y del Ponto al Báltico.
Hacia el año 370 estaban gobernados por un rey llamado Hermanarico o Ermrich, el primer rey histórico de la dinastía de los Amalos, quien hubo de enfrentarse en el 375 a los hunos dirigidos por Balamir. Hermanarico, ya anciano, fue gravemente herido en un atentado y se suicidó ante una inminente derrota, sucediéndole Vitimiro o Winithar, cuyo intento de resistir a los hunos no tuvo éxito y él mismo resultó muerto. Los magnates ostrogodos eligieron un nuevo rey para su pueblo (la dinastía legítima ostrogoda de los Amalos preconizaba el mantenimiento de la unidad de todos los grupos godos, bajo su dirección) y se sometieron a los hunos. Pero los visigodos, que eran unos doscientos mil, se reunieron en la orilla norte del Danubio y pidieron al Imperio, contra el que habían combatido unos años antes, que les aceptara en sus territorios y se les otorgaran tierras donde asentarse. Una parte de los ostrogodos, a cuyo frente figuraba el rey niño Viderico, de la dinastía legítima de los Amalos, marchó con los visigodos, y uno de sus descendientes enlazó años después con la dinastía ostrogoda (en tiempos de Teodorico el Grande).
El pueblo de los godos fue nombrado ya por Tácito, que los llamó gotones. Entonces habitaban el norte de Germania, en tierras que antes poblaron boyos, getas y escitas. Ampliaron sus territorios e incorporaron a otros grupos vecinos (de origen germano y sármata) y dominaron del Theiß (en alemán) o Tisza al Don y del Ponto al Báltico.
Hacia el año 370 estaban gobernados por un rey llamado Hermanarico o Ermrich, el primer rey histórico de la dinastía de los Amalos, quien hubo de enfrentarse en el 375 a los hunos dirigidos por Balamir. Hermanarico, ya anciano, fue gravemente herido en un atentado y se suicidó ante una inminente derrota, sucediéndole Vitimiro o Winithar, cuyo intento de resistir a los hunos no tuvo éxito y él mismo resultó muerto. Los magnates ostrogodos eligieron un nuevo rey para su pueblo (la dinastía legítima ostrogoda de los Amalos preconizaba el mantenimiento de la unidad de todos los grupos godos, bajo su dirección) y se sometieron a los hunos. Pero los visigodos, que eran unos doscientos mil, se reunieron en la orilla norte del Danubio y pidieron al Imperio, contra el que habían combatido unos años antes, que les aceptara en sus territorios y se les otorgaran tierras donde asentarse. Una parte de los ostrogodos, a cuyo frente figuraba el rey niño Viderico, de la dinastía legítima de los Amalos, marchó con los visigodos, y uno de sus descendientes enlazó años después con la dinastía ostrogoda (en tiempos de Teodorico el Grande).
Los ostrogodos.
Los ostrogodos fueron un pueblo germánico procedente de la división que sufrieron los godos a raíz de las invasiones de los hunos, hacia el 370.
Los ostrogodos constituyeron un vasto reino al este del río Dniéster, en las tierras alrededor del mar Negro (lo que hoy es parte de la actual Ucrania y Bielorrusia). Los visigodos fueron los godos del occidente, cuyo dominio territorial se extendía desde el Dniéster hasta el Danubio.
Los ostrogodos estuvieron sometidos a los hunos desde 375, en que vencen al rey Hermanarico, hasta la muerte de Atila, ocurrida en 453, cuando recobraron su independencia y se establecieron como un pueblo federado de Roma. Posteriormente se les unieron otros godos que habían huido de sus tierras a la llegada de los hunos. En el 474 fue elegido rey Teodorico, el más conocido de los monarcas ostrogodos. Hubo varios períodos de guerras y treguas entre él y el emperador bizantino Zenón. En 488 Teodorico invadió Italia y en 493 derrotó y dio muerte en Adda a Odoacro, rey de los hérulos.
Tras su muerte en el 526, la situación se volvió tan violenta que en el 535 el emperador bizantino Justiniano I envió a su general Belisario en contra de los ejércitos ostrogodos en Italia. La superioridad del ejército bizantino fue la clave para el exterminio y el aplastamiento de la resistencia ostrogoda.
Este pueblo fue finalmente asimilado en forma gradual por otras tribus germánicas, tales como los vándalos y los francos.
Los ostrogodos constituyeron un vasto reino al este del río Dniéster, en las tierras alrededor del mar Negro (lo que hoy es parte de la actual Ucrania y Bielorrusia). Los visigodos fueron los godos del occidente, cuyo dominio territorial se extendía desde el Dniéster hasta el Danubio.
Los ostrogodos estuvieron sometidos a los hunos desde 375, en que vencen al rey Hermanarico, hasta la muerte de Atila, ocurrida en 453, cuando recobraron su independencia y se establecieron como un pueblo federado de Roma. Posteriormente se les unieron otros godos que habían huido de sus tierras a la llegada de los hunos. En el 474 fue elegido rey Teodorico, el más conocido de los monarcas ostrogodos. Hubo varios períodos de guerras y treguas entre él y el emperador bizantino Zenón. En 488 Teodorico invadió Italia y en 493 derrotó y dio muerte en Adda a Odoacro, rey de los hérulos.
Tras su muerte en el 526, la situación se volvió tan violenta que en el 535 el emperador bizantino Justiniano I envió a su general Belisario en contra de los ejércitos ostrogodos en Italia. La superioridad del ejército bizantino fue la clave para el exterminio y el aplastamiento de la resistencia ostrogoda.
Este pueblo fue finalmente asimilado en forma gradual por otras tribus germánicas, tales como los vándalos y los francos.
martes, 19 de octubre de 2010
La gran muralla china :)
- Historia
Tradicionalmente, se divide la historia de la construcción de la Gran Muralla en cinco partes:- Una antes de la unificación de la Dinastía Qin (221 a. C.) Durante el período de Primaveras y Otoños y los Reinos Combatientes.
- La segunda a partir de la unificación de la dinastía Qin, donde el emperador Qin Shi Huang inició la construcción de un muro en la frontera norte.
Arquitectura
Materiales
Los materiales usados son aquellos disponibles en los alrededores de la construcción. Cerca de Pekín se utilizó piedra caliza. En otros sitios se utilizó granito o ladrillo cocido. Básicamente, era una larga tapia de arcilla y arena, cubierta con varias paredes de ladrillo. Eso la hizo muy resistente a los impactos de armas de asedio.En cuanto a la pared de la dinastía Qin, la materia prima depende de la disponibilidad de tierra, mientras que el diseño y la ubicación de torres de vigilancia, cuarteles y los pasajes son seleccionados en base a las ventajas estratégicas que ofrece la configuración física de las regiones. Las paredes se construyen en capas alternas de grava triturada y cañas, fueron cubiertos con arcilla para ser protegidas de la erosión y hacerla más difícil de escalar.
martes, 5 de octubre de 2010
Roma.
Historia.
Previo a la fundación de la ciudad, y también en forma contemporánea a elio, Italia estaba habitada por una serie de pueblos que habitaban la península de Norte a Sur. Los pueblos que habitaban en la península itálica eran los siguientes: los latinos, que ocupaban la llanura entre el río Tíber y los montes Albanos. Al Norte del Tíber se encontraban los etruscos; más arriba, el Tíber separaba a los umbros al Sur y los etruscos al Norte. Al Este y Sureste del Lacio se encontraba la cadena Apenina que sería el dominio de pastores nómadas emparentados entre sí: los sabinos, samnitas, marsos, volscos, campanos en Nápoles, ausones y oscos. Todavía más al sur, los lucanos y bruttios.
El origen de los pueblos que a su vez originaron a Roma, se puede rastrear mediante la lingüística, la cual clasifica a las lenguas indoeuropeas y las de otro origen. Entre las primeras se encuentra el latín, el véneto, etc. Se comprobó que las lenguas europeas y asiáticas tenían un cierto parentesco, y se tuvo la convicción durante mucho tiempo, de que el parentesco delataba un origen étnico común, la existencia de un pueblo indoeuropeo y de una cuna común de su civilización. Se creía que la unidad original de este pueblo experimentó una dislocación y que los grupos integrantes se fueron separando del conjunto, llevando en su emigración el dialecto hablado en su patria. Pero ya esta teoría está desechada. Las divergencias e interferencias se descubren en Italia siempre, por muy remota que sea la génesis de los pueblos portadores del indoeuropeo; es decir, a través de una lenta evolución étnica y cultural, durante la edad neolítica (4800-1800). Al parecer, según P. Bosch, los movimientos convergieron a partir, al menos, de dos centros: la región del río Danubio en el centro de Europa y la región del norte de Asia menor y parte del Cáucaso. Aproximadamente por entonces, según los lingüistas y los arqueólogos, el latín (introducido también por pueblos provenientes de la región danubiana) haría su aparición en Italia. Cada vez es mayor la resistencia frente a la hipótesis de una Italia pre y protohistórica que acogería en su territorio a masivos grupos étnicos con su original unidad, mantenida a lo largo de la emigración. Más bien se insiste sobre las condiciones de infiltración, dispersión y cruzamiento en que se realizaría la intervención de elementos extranjeros.
Los primeros habitantes fueron posiblemente un conglomerado de gentes de distinta procedencia que vivían al margen del desarrollo económico y cultural de sus prósperos vecinos, es decir, los etruscos al Norte y los sabinos y los latinos al Sur.
Los arqueólogos descubrieron los restos de un primitivo poblado correspondiente al siglo VIII a. C. en el Palatino, con sus enterramientos a los pies. A partir del núcleo original, la población debió de irse extendiendo por las laderas de las colinas próximas y, un siglo después, por el valle que había entre ellas.
Si hemos de creer a Livio, ya entonces Roma era algo muy especial, pues sus míticos fundadores tenían algo de divino; pero el propio escritor también confiesa que le parece lógico que los pueblos rodeen sus orígenes con leyendas y patrañas.
Los orígenes remotos de la ciudad de Roma, se pierden en la leyenda; siendo seguramente anteriores al año (753 a.C) en que ulteriormente las autoridades romanas fecharon su fundación. Del mismo modo, siendo improbable que su fundación haya surgido de una acción explícita y deliberada, las tradiciones romanas posteriores adornaron su surgimiento con diversas leyendas, recogidas especialmente por el historiador romano Tito Livio, que vinculan el origen de Roma a un linaje de dioses y héroes. La mayoría se inclinaba a pensar que en una de las fuertes discusiones mantenidas por los dos hermanos, Rómulo mató a Remo en un acceso de ira, y, arrepintiéndose en el acto, decidió llamar a la ciudad Roma. Según la tradición, Roma se fundó el día 11 antes de las calendas de mayo, sería el 21 de abril de 753 a. C, correspondiente al año tercero de la sexta Olimpíada.
Finalmente, Rómulo construyó refugios en el monte Capitolino para esclavos y criminales fugados y llevó a cabo el rapto de las sabinas, mujeres de otra tribu que habitaba las orillas del Tíber; este rapto fue con el objeto que los hombres que se le habían unido tuvieran sus esposas. Después de algunas batallas entre ellos, las sabinas le declararon su rey. Rómulo habría sido el primer Rey de Roma y dice la leyenda que fue llevado a los cielos por su padre Marte, siendo venerado como dios con el nombre de Quirino.
A continuación se presentan dos versiones de la leyenda, con más o menos extensión y detalles:
1era versión: Al comienzo un hijo del héroe troyano Eneas (hijo de Venus, la diosa de la atracción y de Anquises, un pastor), Ascanio, fundó sobre la orilla derecha del río Tíber la ciudad de Alba Longa, ciudad latina sobre la cual reinaron sus numerosos descendientes, hasta llegar a Numitor y su hermano Amulio. Este último destronó a Numitor; y, para evitar que tuviera descendencia que pudiera disputarle el trono, condenó a su hija Rea Silvia a permanecer virgen como vestal, sacerdotisa de la diosa Vesta.
Sin embargo, Marte, el dios de la guerra, engendró en Rea Silvia a los mellizos Rómulo y Remo. Por este motivo, al nacer los mellizos, fueron arrojados al Tíber dentro de una canasta, la cual encalló en la zona de las siete colinas situadas cerca de la desembocadura en el mar. Fueron recogidos por una loba llamada Luperca que se acercó a beber, y que los amamantó en su guarida del Monte Palatino, hasta que fueron hallados y rescatados por un pastor cuya mujer los crió. Cuando fueron mayores, los mellizos restituyeron a Numitor en el trono de Alba Longa, y decidieron fundar, como colonia de Alba Longa, una ciudad en la ribera derecha del Tíber, en donde habían sido amamantados por la loba, y ser sus reyes.
Cerca de la desembocadura del Tíber existían las siete colinas: los montes Capitolino, Quirinal, Viminal, Aventino, Palatino, Esquilino y Celio. Rómulo y Remo discutieron acerca del lugar donde fundar la ciudad; y resolvieron la cuestión consultando el vuelo de las aves, a la usanza etrusca. Mientras sobre el Palatino Rómulo divisó doce buitres volando, su hermano en otra de las colinas sólo vio seis. Entonces, Rómulo, con un arado trazó un recuadro en lo alto del monte Palatino, delimitando la nueva ciudad, y juró que mataría a quien lo traspasara. Despechado, su hermano Remo no obedeció y cruzó despectivamente la línea, ante lo cual su hermano le dio muerte, quedando entonces como el único y primer Rey de Roma. Según la versión de la historia oficial de Roma antigua, eso había ocurrido en el año 754 a. C. Como dato curioso, se dice que la loba (lupa)que amamantó a los hermanos Rómulo y Remo fue en verdad su madre adoptiva humana. El término lupa también era utilizado, en sentido despectivo, para señalar a las prostitutas de la época.
2da versión: Muchos años después de la desaparición de Eneas, reinaba en el trono de Alba Longa Numitor, el cual tenía varios hijos. Amulio, hermano de Numitor, decidió derrocarlo, y para que sus sobrinos no reclamaran el trono resolvió eliminarlos a todos, menos a la única hija, Rea Silvia. A ella la encerró en el templo de las vestales dedicado a la diosa Vesta para que se consagrara como sacerdotisa. Las sacerdotisas debían ser castas y puras y la que no cumplía con este precepto corrían el riesgo de ser enterradas vivas. Un día en que Rea Silvia estaba descansando junto a una fuente del bosque sagrado, pasó el dios Marte que, al verla tan hermosa, se enamoró perdidamente y la dejó encinta. Meses después nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo.
Cuando Amulio se enteró, mandó arrojar a Rea Silvia al río Tiber y a los dos gemelos los colocaron en una canasta y dejaron que la corriente se los llevara lejos. El dios Tiberno, que vio lo que sucedía, tuvo piedad de Rea Silvia, la salvó y se casó con ella y le otorgó la inmortalidad. La canasta con los dos pequeños gemelos se deslizó sobre el río y, como este estaba muy crecido, debido a una inundación, en lugar de llegar al mar, quedó atascada en la orilla.
En ese lugar vivía una loba que al ver a los pequeños llorando de hambre, los amamantó. Los niños crecieron junto a la loba sanos y fuertes, pero su padre, el dios Marte, pronto comprendió que los gemelos necesitaban el calor humano para desarrollarse y los confió al cuidado de un pastor de nombre Fáustulo y de su esposa Laurencia. Ellos quedaron encantados, ya que no tenían hijos y les dieron por nombre Rómulo y Remo.
Los niños eran sanos, bellos y vigorosos, pero muy inquietos. Si bien colaboraban con sus padres adoptivos cuidando los rebaños, la monotonía los aburría rápidamente. Buscando darle nuevas emociones a sus vidas y divertirse, comenzaron a robarle a unos ladrones el fruto de sus pillajes. Muy pronto, otro grupo de jóvenes se asociaron a ellos conformando una banda. Los ladrones de la región estaban muy disgustados con la banda de los gemelos y cierto día en que estos estaban en plena fiesta dedicada al dios Pan, los atacaron por sorpresa, y, si bien la banda de los gemelos se defendió valerosamente, los bandoleros tomaron prisionero a Remo. Varios días después, llevaron a Remo ante Amulio, culpándole de saquear en las tierras de Numitor, a lo que Amulio, ahora que era el soberano y poco le importaba lo que le pasaba a Numitor, respondió: “Si los saqueos ocurrían en tierras de Numitor, que los castigase él”. Cuando los bandoleros llevaron a Remo ante Numitor, acusándolo de robar en sus tierras, éste, lejos de enojarse recordó las desgracias sufridas y pensó que esos gemelos podrían ser los hijos de su hija Rea Silvia, ya que la edad coincidía con la de sus nietos desaparecidos. Para despejar sus dudas dijo a los bandoleros: “Vayan a sus casas. Quiero interrogar a solas al acusado”. Los bandoleros obedecieron inmediatamente. Pronto llegaron Rómulo y Fáustulo, los cuales, al enterarse de lo ocurrido, corrieron a prestar ayuda a Remo.
Ante Numitor, Rómulo relató la historia de su vida; así, Numitor reconoció que eran sus legítimos nietos y los acogió con alegría. Rómulo y Remo, al ver que todos sus tormentos se debían al tirano Amulio, decidieron que su abuelo debería ser restituido en el trono que le pertenecía. Muy pronto armaron un pequeño ejército con el que atacaron por sorpresa el palacio de Amulio y lo mataron sin darle oportunidad de defenderse.
Rómulo y Remo se quedaron largo tiempo con su abuelo y luego decidieron fundar una nueva ciudad en el lugar donde fueron encontrados por la loba. Estaban indecisos sobre el lugar exacto y también sobre quién de los dos debería ser el monarca ya que consideraban que ambos valían por igual. Numitor les aconsejó estar atento a los presagios. Mientras tanto, Rómulo se instaló en la cima del Palatino, y Remo en la del Aventino.
Remo vio seis buitres volando sobre el lugar, e interpretó esto como la señal del lugar indicado, pero Rómulo vio doce buitres volando sobre el Palatino. Sin ninguna duda la colina del Palatino debía ser el lugar indicado para la fundación de la nueva ciudad, y él sería el monarca. Rómulo, rápidamente, tomó un arado y trazó los límites de la ciudad y comenzó a construir una muralla a su alrededor. Remo, despechado por no haber sido el elegido, se emborrachó y comenzó a burlarse de Rómulo: ¡Eres un ridículo!, le gritaba riendo. “Y tu muralla también. Mira como la salto, y la traspaso”. Rómulo se irritó tanto que no pudo contenerse, tomó una espada y cegado por la ira mató a Remo. Luego, gritó con toda su fuerza: “¡Esto mismo le ocurrirá a cualquiera que se atreva a saltar la muralla de mi ciudad!”. Pero Rómulo no estaba feliz por lo ocurrido, sino que en su desesperación por haber matado a su hermano gemelo hasta pensó en quitarse la vida. Pronto comprendió que no había nada que pudiera hacer y sepultó a su hermano con todos los honores en la cima del monte Aventino.
Más tarde tomó posesión de su nueva ciudad. En honor a su hermano la llamó Roma. Según la tradición, Roma se fundó el día 11 antes de las calendas de mayo, lo que es equivalente al 21 de abril de 753 a. C.
Se dice que Rómulo reinó durante treinta y tres años.
Apenas fundada Roma entró en conflicto con sus vecinos. Según la leyenda, el primer conflicto fue por conseguir mujeres, a las que raptaron durante unos juegos a los que invitaron a todos los pueblos comarcanos. Vencieron a todos, menos a los sabinos, pues la lucha terminó en un tratado de paz conseguido por las mujeres, las que no querían perder ni a sus padres y hermanos ni a sus esposos. De este tratado surgiría la unión de los dos pueblos. Roma se expandió y prosperó tanto que a Rómulo le concedieron el título de Padre de la Patria. Cuando llegó su hora final, el dios Marte le pidió a Júpiter un lugar entre los dioses, y, como Rómulo había hecho construir bellos templos dedicados a Júpiter, éste accedió sin poner obstáculos. Cuenta la leyenda, que un día en que Rómulo estaba en el Monte Palatino, Marte descendió del cielo en su carro con alas y se lo llevó volando. Júpiter, en ese momento desencadenó una fuerte tormenta cuyos truenos y rayos hicieron temblar a los presentes. Rómulo, antes de partir, había ordenado que construyeran un templo en el monte Quirinal en su memoria; y cuando Rómulo ascendió a los cielos le dieron el nombre de dios Quirino. Rómulo logró así un lugar entre los dioses, pero extrañaba a su esposa Hersila y pidió para ella el don de la inmortalidad. Los dioses le concedieron su petición y Hersila se transformó en la diosa Hora. Otras variantes de la leyenda indican que Rómulo, luego de guerrear contra varios pueblos vecinos, desapareció en medio de una tempestad. No obstante, en el foro romano tenían localizado en la Antigüedad el lugar exacto donde Rómulo habría sido abatido por un rayo. Según dice Tito Livio, algunos pensaron que los senadores, únicos testigos de su “ascensión divina”, descontentos con el gobierno de Rómulo, lo habrían asesinado en verdad y ocultado su cadáver. Así subió al trono, luego de un periodo de un año, Numa Pompilio, hombre insigne que habitaba entre los sabinos.
Previo a la fundación de la ciudad, y también en forma contemporánea a elio, Italia estaba habitada por una serie de pueblos que habitaban la península de Norte a Sur. Los pueblos que habitaban en la península itálica eran los siguientes: los latinos, que ocupaban la llanura entre el río Tíber y los montes Albanos. Al Norte del Tíber se encontraban los etruscos; más arriba, el Tíber separaba a los umbros al Sur y los etruscos al Norte. Al Este y Sureste del Lacio se encontraba la cadena Apenina que sería el dominio de pastores nómadas emparentados entre sí: los sabinos, samnitas, marsos, volscos, campanos en Nápoles, ausones y oscos. Todavía más al sur, los lucanos y bruttios.
El origen de los pueblos que a su vez originaron a Roma, se puede rastrear mediante la lingüística, la cual clasifica a las lenguas indoeuropeas y las de otro origen. Entre las primeras se encuentra el latín, el véneto, etc. Se comprobó que las lenguas europeas y asiáticas tenían un cierto parentesco, y se tuvo la convicción durante mucho tiempo, de que el parentesco delataba un origen étnico común, la existencia de un pueblo indoeuropeo y de una cuna común de su civilización. Se creía que la unidad original de este pueblo experimentó una dislocación y que los grupos integrantes se fueron separando del conjunto, llevando en su emigración el dialecto hablado en su patria. Pero ya esta teoría está desechada. Las divergencias e interferencias se descubren en Italia siempre, por muy remota que sea la génesis de los pueblos portadores del indoeuropeo; es decir, a través de una lenta evolución étnica y cultural, durante la edad neolítica (4800-1800). Al parecer, según P. Bosch, los movimientos convergieron a partir, al menos, de dos centros: la región del río Danubio en el centro de Europa y la región del norte de Asia menor y parte del Cáucaso. Aproximadamente por entonces, según los lingüistas y los arqueólogos, el latín (introducido también por pueblos provenientes de la región danubiana) haría su aparición en Italia. Cada vez es mayor la resistencia frente a la hipótesis de una Italia pre y protohistórica que acogería en su territorio a masivos grupos étnicos con su original unidad, mantenida a lo largo de la emigración. Más bien se insiste sobre las condiciones de infiltración, dispersión y cruzamiento en que se realizaría la intervención de elementos extranjeros.
[editar] Fundación de la ciudad
Artículo principal: Fundación de Roma
Roma comenzó su historia como una aldea más entre las otras muchas de pastores y campesinos que se repartían las colinas y minúsculos valles de la zona.Los primeros habitantes fueron posiblemente un conglomerado de gentes de distinta procedencia que vivían al margen del desarrollo económico y cultural de sus prósperos vecinos, es decir, los etruscos al Norte y los sabinos y los latinos al Sur.
Los arqueólogos descubrieron los restos de un primitivo poblado correspondiente al siglo VIII a. C. en el Palatino, con sus enterramientos a los pies. A partir del núcleo original, la población debió de irse extendiendo por las laderas de las colinas próximas y, un siglo después, por el valle que había entre ellas.
Si hemos de creer a Livio, ya entonces Roma era algo muy especial, pues sus míticos fundadores tenían algo de divino; pero el propio escritor también confiesa que le parece lógico que los pueblos rodeen sus orígenes con leyendas y patrañas.
Los orígenes remotos de la ciudad de Roma, se pierden en la leyenda; siendo seguramente anteriores al año (753 a.C) en que ulteriormente las autoridades romanas fecharon su fundación. Del mismo modo, siendo improbable que su fundación haya surgido de una acción explícita y deliberada, las tradiciones romanas posteriores adornaron su surgimiento con diversas leyendas, recogidas especialmente por el historiador romano Tito Livio, que vinculan el origen de Roma a un linaje de dioses y héroes. La mayoría se inclinaba a pensar que en una de las fuertes discusiones mantenidas por los dos hermanos, Rómulo mató a Remo en un acceso de ira, y, arrepintiéndose en el acto, decidió llamar a la ciudad Roma. Según la tradición, Roma se fundó el día 11 antes de las calendas de mayo, sería el 21 de abril de 753 a. C, correspondiente al año tercero de la sexta Olimpíada.
Finalmente, Rómulo construyó refugios en el monte Capitolino para esclavos y criminales fugados y llevó a cabo el rapto de las sabinas, mujeres de otra tribu que habitaba las orillas del Tíber; este rapto fue con el objeto que los hombres que se le habían unido tuvieran sus esposas. Después de algunas batallas entre ellos, las sabinas le declararon su rey. Rómulo habría sido el primer Rey de Roma y dice la leyenda que fue llevado a los cielos por su padre Marte, siendo venerado como dios con el nombre de Quirino.
A continuación se presentan dos versiones de la leyenda, con más o menos extensión y detalles:
1era versión: Al comienzo un hijo del héroe troyano Eneas (hijo de Venus, la diosa de la atracción y de Anquises, un pastor), Ascanio, fundó sobre la orilla derecha del río Tíber la ciudad de Alba Longa, ciudad latina sobre la cual reinaron sus numerosos descendientes, hasta llegar a Numitor y su hermano Amulio. Este último destronó a Numitor; y, para evitar que tuviera descendencia que pudiera disputarle el trono, condenó a su hija Rea Silvia a permanecer virgen como vestal, sacerdotisa de la diosa Vesta.
Sin embargo, Marte, el dios de la guerra, engendró en Rea Silvia a los mellizos Rómulo y Remo. Por este motivo, al nacer los mellizos, fueron arrojados al Tíber dentro de una canasta, la cual encalló en la zona de las siete colinas situadas cerca de la desembocadura en el mar. Fueron recogidos por una loba llamada Luperca que se acercó a beber, y que los amamantó en su guarida del Monte Palatino, hasta que fueron hallados y rescatados por un pastor cuya mujer los crió. Cuando fueron mayores, los mellizos restituyeron a Numitor en el trono de Alba Longa, y decidieron fundar, como colonia de Alba Longa, una ciudad en la ribera derecha del Tíber, en donde habían sido amamantados por la loba, y ser sus reyes.
Cerca de la desembocadura del Tíber existían las siete colinas: los montes Capitolino, Quirinal, Viminal, Aventino, Palatino, Esquilino y Celio. Rómulo y Remo discutieron acerca del lugar donde fundar la ciudad; y resolvieron la cuestión consultando el vuelo de las aves, a la usanza etrusca. Mientras sobre el Palatino Rómulo divisó doce buitres volando, su hermano en otra de las colinas sólo vio seis. Entonces, Rómulo, con un arado trazó un recuadro en lo alto del monte Palatino, delimitando la nueva ciudad, y juró que mataría a quien lo traspasara. Despechado, su hermano Remo no obedeció y cruzó despectivamente la línea, ante lo cual su hermano le dio muerte, quedando entonces como el único y primer Rey de Roma. Según la versión de la historia oficial de Roma antigua, eso había ocurrido en el año 754 a. C. Como dato curioso, se dice que la loba (lupa)que amamantó a los hermanos Rómulo y Remo fue en verdad su madre adoptiva humana. El término lupa también era utilizado, en sentido despectivo, para señalar a las prostitutas de la época.
2da versión: Muchos años después de la desaparición de Eneas, reinaba en el trono de Alba Longa Numitor, el cual tenía varios hijos. Amulio, hermano de Numitor, decidió derrocarlo, y para que sus sobrinos no reclamaran el trono resolvió eliminarlos a todos, menos a la única hija, Rea Silvia. A ella la encerró en el templo de las vestales dedicado a la diosa Vesta para que se consagrara como sacerdotisa. Las sacerdotisas debían ser castas y puras y la que no cumplía con este precepto corrían el riesgo de ser enterradas vivas. Un día en que Rea Silvia estaba descansando junto a una fuente del bosque sagrado, pasó el dios Marte que, al verla tan hermosa, se enamoró perdidamente y la dejó encinta. Meses después nacieron dos gemelos: Rómulo y Remo.
Cuando Amulio se enteró, mandó arrojar a Rea Silvia al río Tiber y a los dos gemelos los colocaron en una canasta y dejaron que la corriente se los llevara lejos. El dios Tiberno, que vio lo que sucedía, tuvo piedad de Rea Silvia, la salvó y se casó con ella y le otorgó la inmortalidad. La canasta con los dos pequeños gemelos se deslizó sobre el río y, como este estaba muy crecido, debido a una inundación, en lugar de llegar al mar, quedó atascada en la orilla.
En ese lugar vivía una loba que al ver a los pequeños llorando de hambre, los amamantó. Los niños crecieron junto a la loba sanos y fuertes, pero su padre, el dios Marte, pronto comprendió que los gemelos necesitaban el calor humano para desarrollarse y los confió al cuidado de un pastor de nombre Fáustulo y de su esposa Laurencia. Ellos quedaron encantados, ya que no tenían hijos y les dieron por nombre Rómulo y Remo.
Los niños eran sanos, bellos y vigorosos, pero muy inquietos. Si bien colaboraban con sus padres adoptivos cuidando los rebaños, la monotonía los aburría rápidamente. Buscando darle nuevas emociones a sus vidas y divertirse, comenzaron a robarle a unos ladrones el fruto de sus pillajes. Muy pronto, otro grupo de jóvenes se asociaron a ellos conformando una banda. Los ladrones de la región estaban muy disgustados con la banda de los gemelos y cierto día en que estos estaban en plena fiesta dedicada al dios Pan, los atacaron por sorpresa, y, si bien la banda de los gemelos se defendió valerosamente, los bandoleros tomaron prisionero a Remo. Varios días después, llevaron a Remo ante Amulio, culpándole de saquear en las tierras de Numitor, a lo que Amulio, ahora que era el soberano y poco le importaba lo que le pasaba a Numitor, respondió: “Si los saqueos ocurrían en tierras de Numitor, que los castigase él”. Cuando los bandoleros llevaron a Remo ante Numitor, acusándolo de robar en sus tierras, éste, lejos de enojarse recordó las desgracias sufridas y pensó que esos gemelos podrían ser los hijos de su hija Rea Silvia, ya que la edad coincidía con la de sus nietos desaparecidos. Para despejar sus dudas dijo a los bandoleros: “Vayan a sus casas. Quiero interrogar a solas al acusado”. Los bandoleros obedecieron inmediatamente. Pronto llegaron Rómulo y Fáustulo, los cuales, al enterarse de lo ocurrido, corrieron a prestar ayuda a Remo.
Ante Numitor, Rómulo relató la historia de su vida; así, Numitor reconoció que eran sus legítimos nietos y los acogió con alegría. Rómulo y Remo, al ver que todos sus tormentos se debían al tirano Amulio, decidieron que su abuelo debería ser restituido en el trono que le pertenecía. Muy pronto armaron un pequeño ejército con el que atacaron por sorpresa el palacio de Amulio y lo mataron sin darle oportunidad de defenderse.
Rómulo y Remo se quedaron largo tiempo con su abuelo y luego decidieron fundar una nueva ciudad en el lugar donde fueron encontrados por la loba. Estaban indecisos sobre el lugar exacto y también sobre quién de los dos debería ser el monarca ya que consideraban que ambos valían por igual. Numitor les aconsejó estar atento a los presagios. Mientras tanto, Rómulo se instaló en la cima del Palatino, y Remo en la del Aventino.
Remo vio seis buitres volando sobre el lugar, e interpretó esto como la señal del lugar indicado, pero Rómulo vio doce buitres volando sobre el Palatino. Sin ninguna duda la colina del Palatino debía ser el lugar indicado para la fundación de la nueva ciudad, y él sería el monarca. Rómulo, rápidamente, tomó un arado y trazó los límites de la ciudad y comenzó a construir una muralla a su alrededor. Remo, despechado por no haber sido el elegido, se emborrachó y comenzó a burlarse de Rómulo: ¡Eres un ridículo!, le gritaba riendo. “Y tu muralla también. Mira como la salto, y la traspaso”. Rómulo se irritó tanto que no pudo contenerse, tomó una espada y cegado por la ira mató a Remo. Luego, gritó con toda su fuerza: “¡Esto mismo le ocurrirá a cualquiera que se atreva a saltar la muralla de mi ciudad!”. Pero Rómulo no estaba feliz por lo ocurrido, sino que en su desesperación por haber matado a su hermano gemelo hasta pensó en quitarse la vida. Pronto comprendió que no había nada que pudiera hacer y sepultó a su hermano con todos los honores en la cima del monte Aventino.
Más tarde tomó posesión de su nueva ciudad. En honor a su hermano la llamó Roma. Según la tradición, Roma se fundó el día 11 antes de las calendas de mayo, lo que es equivalente al 21 de abril de 753 a. C.
Se dice que Rómulo reinó durante treinta y tres años.
Apenas fundada Roma entró en conflicto con sus vecinos. Según la leyenda, el primer conflicto fue por conseguir mujeres, a las que raptaron durante unos juegos a los que invitaron a todos los pueblos comarcanos. Vencieron a todos, menos a los sabinos, pues la lucha terminó en un tratado de paz conseguido por las mujeres, las que no querían perder ni a sus padres y hermanos ni a sus esposos. De este tratado surgiría la unión de los dos pueblos. Roma se expandió y prosperó tanto que a Rómulo le concedieron el título de Padre de la Patria. Cuando llegó su hora final, el dios Marte le pidió a Júpiter un lugar entre los dioses, y, como Rómulo había hecho construir bellos templos dedicados a Júpiter, éste accedió sin poner obstáculos. Cuenta la leyenda, que un día en que Rómulo estaba en el Monte Palatino, Marte descendió del cielo en su carro con alas y se lo llevó volando. Júpiter, en ese momento desencadenó una fuerte tormenta cuyos truenos y rayos hicieron temblar a los presentes. Rómulo, antes de partir, había ordenado que construyeran un templo en el monte Quirinal en su memoria; y cuando Rómulo ascendió a los cielos le dieron el nombre de dios Quirino. Rómulo logró así un lugar entre los dioses, pero extrañaba a su esposa Hersila y pidió para ella el don de la inmortalidad. Los dioses le concedieron su petición y Hersila se transformó en la diosa Hora. Otras variantes de la leyenda indican que Rómulo, luego de guerrear contra varios pueblos vecinos, desapareció en medio de una tempestad. No obstante, en el foro romano tenían localizado en la Antigüedad el lugar exacto donde Rómulo habría sido abatido por un rayo. Según dice Tito Livio, algunos pensaron que los senadores, únicos testigos de su “ascensión divina”, descontentos con el gobierno de Rómulo, lo habrían asesinado en verdad y ocultado su cadáver. Así subió al trono, luego de un periodo de un año, Numa Pompilio, hombre insigne que habitaba entre los sabinos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)